Crea tu propia aventura

El tono solicita cortinaje, y ahí va una cita: Con Marco Ferreri me reía horrores. La última vez que nos encontramos vino a Madrid exclusivamente a verme, y aunque ya estaba el hombre jodido me volví a reír con él como un loco: saliendo del Hotel Palace me dijo que acababan de operarle una pierna por problemas circulatorios: "Yo, para animarme" -me decía Marco-, "antes de que me anestesiaran le dije al cirujano que estaba tan tranquilo, porque aquello no tenía importancia. Y aquel cabrón, afilando los hierros, me contestó: No se haga ilusiones. ¡Esto va a ser una carnicería!".
Por ahí me han pedido un algo para cierto volumen de esos que revoltijan firmas y venden un lema de cubierta se supone que jugoso y susceptible de ser abordado bajo diferentes ópticas, miradas y tal (así quedó registrado; grabación telefónica, sic). Qué contradictorio pensar en lo agradecido que le estás a alguien por imaginar tu rúbrica como semi-digna comparsa de un puñado de espadas de genuino relieve, y, simultáneamente, en el acusado daltonismo que debe gastar el tipo a la hora de distinguir grano y paja en esto de coser palabras, o, llegado el caso, palabrería. En fin, que apuré mi chupito de pus, y salí por peteneras.
Lo diré: la literatura me impone más que una granja de mastines. Y aunque no colme una maldita noche sin acabar pensando que ojalá calzara yo la querencia de otros para la impostura sin sofoco mientras no son ellos los que pedalean, a la postre se recula, se despinza, y ni se hurta ni se pierden los papeles. Lo cual tampoco es gran hazaña, porque papeles uno siempre ha tenido menos que una liebre.
Y no tecleo más que alpiste. Cuando no esmegma. Tú, vistaflaca.