lunes, 16 de febrero de 2009

La spada nel cuore

Leo demasiado aguachirri cuyo sentido único radica en decirme que hoy no es ayer, y en lo apremiante que resulta, para mí, para todos, establecer tal separación; lástima que, aún pre-ciudadano, no haya sido capaz ni de colocar el muñeco en la casilla de salida, y los nombres y los datos acaban escurridos por un tablero algo más resbaladizo de lo habitual. Apenas unas imágenes de Kobe y Shaq, fugazmente juntos, como otrora, huelen a western y a remedo, pero de los buenos, y junto al timbre arenoso de Lucio Battisti me sirven de velcro raquídeo, y bien que lo agradezco. Punto y aparte.

Magullado tras la enésima carta de rechazo (provincias ibéricas, a la mierda todas ya, hombre) cabilo si lo mejor no sería clausurar la puerta con un tronco, pintar los cristales de negro, y seguir con el Chabrol que anoche medio clapé por culpa de la medicación contra los mocos y su fluir. Planazo: ver y rever chabroles, y luego escribir sobre ellos sin pausa ni aliento, muy enfocado, como si no hubiera un bledo más. Por desgracia, en apenas un rato, lo urgente será propinar una zotaina a cierto pusilánime malcriado y decirle que me importa un cojón lo progre que es y el tiovivo multicolor en el que cree vivir; que flojeras y numeritos sólo tolero ya a ratos impares, y que a drenar tocan, majete. Que tampoco estoy en ello por gusto y verás tú el día que escasee la templanza y conozca al que escribe aquí, y no al otro.

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