La spada nel cuore

Magullado tras la enésima carta de rechazo (provincias ibéricas, a la mierda todas ya, hombre) cabilo si lo mejor no sería clausurar la puerta con un tronco, pintar los cristales de negro, y seguir con el Chabrol que anoche medio clapé por culpa de la medicación contra los mocos y su fluir. Planazo: ver y rever chabroles, y luego escribir sobre ellos sin pausa ni aliento, muy enfocado, como si no hubiera un bledo más. Por desgracia, en apenas un rato, lo urgente será propinar una zotaina a cierto pusilánime malcriado y decirle que me importa un cojón lo progre que es y el tiovivo multicolor en el que cree vivir; que flojeras y numeritos sólo tolero ya a ratos impares, y que a drenar tocan, majete. Que tampoco estoy en ello por gusto y verás tú el día que escasee la templanza y conozca al que escribe aquí, y no al otro.
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