domingo, 12 de abril de 2009

Van a por nosotros

Olimpismo de descampado; sólo competía una raza, la humilde. Trotaba yo que había que verme, poco antes del acné, en aquellas matinales de tonalidad sepia, colmadas de referendum y chirimiri. Cierto día, en una embarrada línea de salida, a pie de cal, mi entrenadora, vagamente centroeuropea, se me acercó y, adjuntando el movimiento a las últimas directrices de costumbre, deslizó la mano derecha por mi espalda, de manera distraída, en lo que, sin asomo de malentendido, valoré como un ademán de afecto más allá de sus funciones deportivas. Minutos después, tan pleno de motivación como embebido en desconcierto, empleaba mis zancadas más luengas rememorando aquel contacto, fugaz pero inequívoco; cabilando al vuelo, entre charcos, limo y adoquines, más sobre el calado y, por tanto, la trascendencia del gesto, que respecto a su, para mí diáfano, significado.

Ya en la meta, encorvado, con las canillas marrones fusiladas de aliento vahoso, un juez se aproximó y, tras la proverbial enhorabuena, algo reclamó su atención desde mi camiseta. Perplejo, sentí el contacto de sus dedos, investidos de reglada objetividad, describiendo un itinerario semejante al que, previamente a la galopada colectiva, efectuaron los de ella. Y, de seguido, tras retirar su mano de mi lomo de galgo no sólo exhausto sino, como ya empezaba a lamentar, también iluso, y cretino hasta el rubor, el colegiado, ahora con bigote y fuelle expectorante, de atletismo dominguero, hirsuto y legañoso, dictaminó: “A poco no te eliminan, chico... ¡Que llevabas flojo el dorsal!”. Entonces, reinterpreté el sentido de aquella caricia combustible, toque mágico que creí procedente de un mundo adulto, femenino e internacional; mimo espureo, aunque capaz durante dos vueltas de hacerme sentir todo un Banacek de tergal; lisonja que nunca fue tal y cuyo fundamento, según todo parecía apuntar ahora, tampoco fue el que con tanta candidez había usado como motor en el avance, y arma secreta de un triunfo, que, además de ser el último, simultaneamente, constituiría mi primer chasco iniciático.

No hay comentarios: