lunes, 20 de abril de 2009

Crea tu propia aventura

Vaya con las preguntas que a veces le agrietan a uno al entrecejo: ¿qué da más penita de ver por la rúa, una anciana con su hijo subnormal y cuarentón de la mano, o un anciano con su hija subnormal y cuarentona en idéntico envite? Cuestiones así, de viejo cabronías, de tardes como ésta, sin pascuales.

El tono solicita cortinaje, y ahí va una cita: Con Marco Ferreri me reía horrores. La última vez que nos encontramos vino a Madrid exclusivamente a verme, y aunque ya estaba el hombre jodido me volví a reír con él como un loco: saliendo del Hotel Palace me dijo que acababan de operarle una pierna por problemas circulatorios: "Yo, para animarme" -me decía Marco-, "antes de que me anestesiaran le dije al cirujano que estaba tan tranquilo, porque aquello no tenía importancia. Y aquel cabrón, afilando los hierros, me contestó: No se haga ilusiones. ¡Esto va a ser una carnicería!".

Venga, entrevistemos a los dignos, que luego les da por morirse, caso de Azcona. O de Ballard, aunque de éste paso de añadir frase alguna, porque me creo original, y mejor, y precisamente es hoy cuando desprocede. Amén… y siguiente.

Por ahí me han pedido un algo para cierto volumen de esos que revoltijan firmas y venden un lema de cubierta se supone que jugoso y susceptible de ser abordado bajo diferentes ópticas, miradas y tal (así quedó registrado; grabación telefónica, sic). Qué contradictorio pensar en lo agradecido que le estás a alguien por imaginar tu rúbrica como semi-digna comparsa de un puñado de espadas de genuino relieve, y, simultáneamente, en el acusado daltonismo que debe gastar el tipo a la hora de distinguir grano y paja en esto de coser palabras, o, llegado el caso, palabrería. En fin, que apuré mi chupito de pus, y salí por peteneras.

Lo diré: la literatura me impone más que una granja de mastines. Y aunque no colme una maldita noche sin acabar pensando que ojalá calzara yo la querencia de otros para la impostura sin sofoco mientras no son ellos los que pedalean, a la postre se recula, se despinza, y ni se hurta ni se pierden los papeles. Lo cual tampoco es gran hazaña, porque papeles uno siempre ha tenido menos que una liebre.

Y no tecleo más que alpiste. Cuando no esmegma. Tú, vistaflaca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"…vino a Madrid exclusivamente a verme…" jajaja. Pobre diablo. Seguro que hasta sacaste fotos.

Koniec Pantau dijo...

Dudo que Azcona fuera de los que se sacaba fotos con los directores. Eso lo hacen los guionistas de ahora, para el Facebook.